La temperatura va en aumento dentro del coche que hemos alquilado para llevarnos a Jaipur, y no precisamente por efecto del sol. Es increíble lo que se puede observar del comportamiento humano cuando se nos saca varios días de nuestro entorno y se nos somete a convivir en situaciones no habituales, sobre todo seis personas de su padre y de su madre dentro de una lata de sardinas. Bueno, para ser exacto, siete personas ya que el chofer también se ha visto implicado en esta especie de Gran Hermano en versión hispano-india.
El conductor es un personaje hecho de otra pasta. En ocasiones pienso si es una figura de cera al sorprenderme una y otra vez por su inexpresivo comportamiento. Sin él saberlo, su actitud ha sido el desencadenante de la salida de los monstruos que todos llevamos dentro.
Luciano, cien kilos de buena persona, se encuentra sentado de copiloto ausente con sus cascos en busca de música con la que montar el video que está realizando del viaje. En la siguiente fila del escenario se encuentran Antonio, pareja de Alicia antes del inicio de este periplo, meditando en sus cosas y seguramente en cómo sobrellevar los pocos días que le quedan hasta llegar a España. La verdad es que Antonio es un buen compañero de viaje, de aquellos que aceptan las situaciones que se presentan con la mejor cara aunque éstas no vayan a su favor. En medio María, pareja de Luciano. Como dice el refrán, Dios los cría y ellos se juntan. Empezó el viaje sin adaptarse a este país y ahora sólo le falta pedir la residencia. Con ella uno se asegura el no recibir puñaladas por la espalda. Es clara, sincera y sobre todo, “buena gente”. Detrás del chofer estoy yo, evidentemente yo no puedo hablar de mí mismo ya que en la mayoría de las ocasiones no sabría ni qué decir. Puede que en estos momentos sea algo más parecido al conductor, es decir, parece que todo lo que me rodea a nivel convivencia no vaya conmigo.
Y por último, en el gallinero, Alicia, amiga desde hace muchos años. Cuando está relajada es un cielo, sin embargo, cuando tiene hambre se le retuercen las tripas de tal manera (nunca mejor dicho) que hasta sus monstruos se escapan en estampida. Lo malo es que éstos se convierten en una especie de tsunami que arrasa todo lo que encuentra a su paso. Y ya sólo nos queda el último actor de esta función rodante, nada más y nada menos que nuestra figura estelar, Encarna. Lo de figura estelar tiene su doble visión ya que ansía llegar a Jaipur para recibir energías desde el observatorio astronómico de la ciudad, uno de los más grandes de India Su resurgimiento de las cenizas ha sido impresionante. Alicia ha encontrado en ella un buen aliado para poder controlar el mundo.
-Please, el aire acondicionado.
– No, es mejor la ventanilla bajada.
– Estoy cansada de la polución y el aire acondicionado lleva filtros.
– Este aire acondicionado huele fatal.
– Quiero parar ahora mismo a comer algo y estirar las piernas.
– Mejor esperar a llegar a Jaipur, sólo quedan 14 kilómetros.
– Claro y dentro de poco sólo quedarán 2. Quiero parar ya¡
– Vamos a buscar el hotel que nos han recomendado.
– No, porque seguro que es una mierda. Que nos deje en el centro y lo buscamos nosotros.
– Aprovechemos el coche hasta las 6 de la tarde y vayamos a visitar un pueblo de las cercanías de Jaipur.
– No, vayamos a la Oficina de Turismo a que nos recomienden hoteles.
– Dejemos al conductor que busque el hotel.
– Pero no ves que no lo encuentra, que es un inepto. Y vosotros lleváis 15 días viajando…
El pobre conductor que además no entendía casi inglés, debe sentirse preso en una leonera a punto de ser devorado. La situación que se creó fue tan surrealista que hasta ni yo me la creo mientras la estoy recordando para narrarla.
Al final, hubo hoteles para todos los gustos. Tres estamos en uno, dos en otro y Encarna en un tercero. Y lo mejor, los hoteles están uno pegado al otro.
Por la noche cenamos juntos en la terraza del hotel de Encarna. Monstruos dormidos y buen ambiente. Como si nada hubiese ocurrido. Así son los viajes, también existen finales felices. Y mañana???
Lo que nos quedaba de día también fue vivido en tres partes. Luciano, María y yo, fuimos a patearnos el casco antiguo en absoluto relax a pesar de la paliza de kilómetros y avalancha de vendedores que te asedian a cada paso. Estamos en uno de los puntos turísticos más importantes de India. Alicia y Antonio se fueron de compras en un rickshaw. Encarna se marchó a cumplir uno de sus deseos: montar en elefante.
Espero salir mañana de esta ciudad para llegar al mundo rural, a lugares en el que uno todavía puede sentir la esencia de esta cultura. Puede que lo mejor sea viajar en autobuses locales. Espero que esta integración no se convierta en una nueva bomba de relojería.
De izquierda a derecha Alicia, María, Antonio, Luciano y Encarna.