Durante el interminable viaje hacia Mathura, María rompe el silencio que desde hace casi una hora invade el interior del coche con una pregunta muy contundente a la que no encontré respuesta: “Media India no tiene para comer y la otra media vende comida…pero, a quién?. La verdad es que por doquier se encuentran pequeños puestos ambulantes vendiendo fruta, galletas o pequeñas tortitas y casi siempre, al lado, pobres infelices que no tienen que llevarse a la boca. Lo de infelices es un decir, ya que a cualquiera de nosotros así nos lo parece después de ver el estado en el que se enfrentan a la vida. Sin embargo, realmente lo son? Me sorprende como han encontrado símbolos religiosos a los que aferrarse para buscar ese túnel de luz que les permite enfrentarse a su situación con una dignidad que ya la quisiera para muchos de nosotros.
Cruzando la caótica ciudad de Muzaffarnagar encontramos una mayoría de población musulmana. Cientos de mujeres con burkas negros inundan las calles. El echo de vivir y viajar continuamente por la mayoría de los países árabes me debería haber acostumbrado a la visión y condición de muchas personas que viven bajo los velos. Sin embargo, cada vez siento más rechazo a esa situación. Prefiero a los hombres con un par de campanas entre las piernas (ver fotos adjuntas) que a las mujeres que esconden el rostro bajo la impersonalidad de una tela. Afortunadamente eso no sucede en todos los países islámicos como por ejemplo Marruecos, aunque en muy raras ocasiones se pueda dar el caso.
Al principio comentaba lo de “romper el silencio dentro del coche”. Bueno, eso es una manera de hablar, ya que el silencio es una palabra que no debe existir en India. Desde que llegamos a Delhi todo ha sido ruido y más ruido. Cláxones, campanas, motores, chillidos…La contaminación acústica es impresionante, aunque estoy seguro que existirán lugares donde eso no ocurra. Y casi todo es ruido porque casi todo está poblado. Es casi imposible encontrar un sitio en el que no haya gente. Durante los cientos de kilómetros recorridos hoy y, mientras miraba el paisaje, jugaba a intentar localizar espacios en menos de 500 metros sin gente. Imposible. Tendrán espacio suficiente dentro de X años para dormir sin tocarse?, o aparecerá un ley como en China limitando el número de hijos por familia?
Es curioso como uno se acostumbra y adapta a las situaciones con el paso de los años. En los primeros viajes a la India y, cuando viajaba en coche con conductor, terminaba haciendo “agujeros” en el suelo con mi pie derecho de tanto “frenar”. Ahora viajo con una enorme tranquilidad con la creencia que los contactos sólo existen en Meetic o en las páginas de los periódicos. Incluso mi vista hacía hoy “oídos sordos” cuando en ocasiones la realidad mostraba como un coche es capaz de cambiar de volumen y formas para incrustarse bajo el chasis de algún camión. También me surgió la pregunta tonta de qué sentirá un Guardia Civil de Tráfico al circular por estas carreteras.
Hoy más que nunca he sentido la polución, sobre todo en lo que a olores se refiere. En el coche tuvimos un debate sobre si esta situación era o no irreversible.
Leyendo todo esto podía dar la impresión que todo es negativo, sin embargo no es así. Por ahora no me siento masoquista. Este país me ha colmado de buenas sensaciones y experiencias. Es una muestra casi ilimitada de las capacidades del ser humano y por ello una buena fuente de aprendizaje. No me extraña que tantos occidentales vengan aquí en busca de…Por el momento, mi estado el de mero observador de todo lo que me rodea y se pone al alcance de mis ojos, y por supuesto de mi cámara. La verdad es que el viajar con ojos fotográficos permite ver las cosas desde otra perspectiva. Uno descubre que cuatro ojos nunca ven lo mismo. Cada persona interpreta un mismo sujeto de manera diferente.
Es de noche y ya estamos en Mathura. Los próximos días serán de color y más color. Estamos en los días de celebración de la fiesta del Holi y esta zona es posiblemente donde más fuerza cobra este ritual.